El Katsugen es una práctica japonesa que busca activar la capacidad natural del cuerpo para autorregularse y regenerarse. Su nombre significa literalmente “movimiento que surge de la vida”, y expresa una idea esencial: en lugar de forzar al cuerpo a moverse, dejamos que el movimiento suceda por sí mismo.
A través del katsugen, aprendemos a confiar en la sabiduría corporal que todos poseemos, permitiendo que la energía vital fluya sin obstáculos. Esta práctica sencilla, pero profundamente transformadora, nos invita a recuperar la conexión entre cuerpo, mente y vida.
Orígenes del Katsugen : distintas corrientes japonesas
Aunque el katsugen se asocia principalmente al Seitai desarrollado por Haruchika Noguchi (1911–1976), su espíritu también se encuentra en otras tradiciones japonesas que ponen el énfasis en el movimiento espontáneo como vía de equilibrio y sanación.
Noguchi, creador del método Seitai, observó que la salud no depende tanto de eliminar síntomas como de mantener la vitalidad del organismo. En este contexto, el katsugen es la práctica que permite mantener esa vitalidad viva y flexible.
Sin embargo, el katsugen no pertenece solo al Seitai. El maestro Akinobu Kishi (1949–2012), discípulo de Noguchi, desarrolló más tarde su propio camino, conocido como Seiki, que comparte la misma esencia de escucha profunda del cuerpo y de apertura a la energía vital (ki). En el Seiki, como en el katsugen, el movimiento espontáneo surge desde la resonancia interna, no desde la voluntad.
De este modo, el katsugen se puede entender como un puente entre diferentes vertientes del saber corporal japonés, todas ellas centradas en la autorregulación, la conciencia y la regeneración natural.
Una práctica de no-hacer
El katsugen no es gimnasia, ni meditación guiada, ni terapia física en el sentido habitual. Su principio es simple pero revolucionario: no se trata de hacer algo, sino de permitir que algo suceda.
Durante la práctica, no se busca ejecutar un movimiento correcto, controlar la respiración o alcanzar un estado mental determinado. En lugar de ello, se crea un espacio de silencio y apertura donde el cuerpo, libre de órdenes y expectativas, comienza a expresar lo que necesita.
A veces los movimientos son casi imperceptibles, pueden ser una respiración más profunda, un leve balanceo. Otras veces pueden ser movimiento más expresivos
Katsugen Soho / Seiki : una rama importante
El término Katsugen Sōhō (o simplemente Seiki) remite a propuestas donde el katsugen se combina con prácticas de resonancia y contacto. Akinobu Kishi incorporó la noción de ki (energía) y técnicas de contacto muy sutil para facilitar la aparición del movimiento espontáneo. En esta vertiente, la sensibilidad al otro y la empatía corporal son herramientas centrales.
¿Qué es el movimiento vital?
El movimiento vital que aparece durante el katsugen no es un movimiento “voluntario” ni un reflejo muscular común.
Es la expresión directa de la vida en el cuerpo, la manifestación espontánea de los mecanismos naturales de autorregulación.
Haruchika Noguchi lo describía como la reorganización orgánica del cuerpo a través del movimiento libre.
Cuando el cuerpo tiene permiso para moverse sin control mental, las tensiones internas se reorganizan, los bloqueos se disuelven y el sistema nervioso autónomo , especialmente el equilibrio entre el simpático y el parasimpático se reajusta.
A este proceso, Noguchi lo llamaba seitai-ka suru, es decir, “volver a tener un cuerpo ordenado y vivo”.
Cómo actúa dentro del cuerpo
Durante el katsugen, el cuerpo activa una serie de microprocesos naturales que normalmente quedan inhibidos por la tensión y la vida moderna:
1. Liberación del sistema nervioso
El sistema nervioso autónomo se “resetea”.
Se liberan impulsos motores que normalmente están bloqueados por el control consciente.
Esto permite que órganos, músculos y articulaciones descarguen exceso de energía o reactiven zonas hipoactivas.
2. Reequilibrio de la respiración y del diafragma
La respiración se vuelve irregular al principio, pero luego encuentra un ritmo propio.
El diafragma, el músculo central de la respiración, se flexibiliza y transmite este cambio a todo el sistema visceral.
Por eso, tras una sesión, muchas personas notan una sensación de amplitud interna o de haber “soltado algo”.
3. Reorganización de la estructura corporal
El cuerpo busca su eje natural. A veces, el movimiento lleva a estiramientos, giros, temblores o torsiones.
No son aleatorios: cada gesto responde a una necesidad precisa de reorganización muscular y articular.
Es como si el cuerpo se “ajustara” solo —una suerte de osteopatía natural guiada desde dentro.
4. Activación de la circulación energética (ki)
Desde la perspectiva japonesa, este movimiento vital reactiva el flujo del ki, la energía vital que nutre el organismo.
Cuando el ki circula libremente, el cuerpo recupera su coherencia interna, la mente se aquieta y el ánimo se aclara.
Relación con la mente y la emoción
El movimiento vital no distingue entre cuerpo y mente: cuando se libera una tensión física, también se disuelve una emoción o un pensamiento retenido.
Por eso muchas personas, después de practicar, sienten una claridad emocional inesperada o comprenden algo que antes estaba confuso.
Noguchi decía: “Cuando el cuerpo se ordena, la mente se aclara por sí sola.”
De forma natural, el cuerpo descarga, el sistema nervioso se calma y la mente recupera su ritmo biológico, no impuesto por la voluntad sino guiado por la vida.
Kishi y el Seiki
Akinobu Kishi, creador del Seiki o Katsugen Sōhō, describía este proceso como resonancia (kyōmei): “El cuerpo se mueve porque responde a la vibración de la vida que lo atraviesa.”
Para Kishi, el movimiento vital no solo reorganiza, sino que revela la conexión entre dos organismos vivos. En sesiones de Seiki, el contacto suave entre practicante y receptor puede amplificar ese movimiento, creando una danza natural entre ambos cuerpos.
Cada sesión es única. No hay un modelo a seguir ni un patrón ideal. Lo importante es no interferir: el cuerpo sabe lo que necesita.